Por: Sem. Santiago Franco Melchor. |
Cuarto de Teología

Desde la infancia hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia. “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida” (San Basilio Magno). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios. Así lo expresa el Catecismo de la Iglesia en el número 336.
Ahora tengamos en cuenta que, para nosotros, la vida humana inicia desde la concepción, por tanto, es en ese momento cuando Dios crea nuestra alma y se deduce que es entonces cuando se nos asigna el ángel custodio. Los ángeles custodios están encargados de velar por cada uno de nosotros, protegiéndonos de los peligros y alentando nuestra vida en Cristo. Deberíamos ser muy agradecidos con nuestro ángel e invocar su protección y guía.
No obstante, tengamos en cuenta que esto no justifica las prácticas esotéricas, que es muy común ver en internet, en los programas de televisión, etc., eso es fruto de la confusión. Nosotros creemos en los ángeles custodios como nuestros protectores, pero Dios es nuestro Señor y Salvador.